(Impresiones del libro Amor, de Toni Morrison)

Amor es un título vistoso para un libro que no busca ser sentimental o rosa. En esta época de saturación de los clichés del amor romántico en cine, televisión y cualquier medio, me convoca a una sonrisa el título elegido por Toni Morrison para su libro. “La gente me dice que siempre escribo sobre el amor. Asiento, sí, pero no es cierto, no exactamente. De hecho, siempre escribo sobre la traición. El amor es el clima. La traición es ese rayo que la hiende y la revela ”, dice la misma Toni en el prólogo al libro en la edición de Random House del 2003.

A primera vista la historia introduce al lector en la vida de un hombre ya muerto, Bill Cosey, y las mujeres a su alrededor. Bill era el dueño rico de un hotel vacacional que ofrecía entre los años 30 a 60 la diversión para negros, sin el malestar de la discriminación. Después de la unificación en los 60, el hotel va decayendo. Bill, cuya figura es como la del Gran Gatsby negro, ha amasado una fortuna de formas no muy legales. La historia sin embargo se mueve entre las mujeres que rodearon a Bill, y por supuesto referencias claras al racismo, el machismo y la vida en la pobreza abundan sin demasiada pompa pero con la claridad de alguien inmerso en esta cultura afroamericana. A Bill, la figura de papá benefactor, millonario estilo Gran Gatsby, idealizado por las mujeres como un Gran Papá, Toni lo plantea en su misoginia y egocentrismo del que muchas mujeres no parecen querer darse cuenta -o necesitan no darse cuenta-. Un hombre cincuentón que se casa con Heed, una niña de once años, amiguita pobre de su nieta Cristine. 

La trama se va centrando de un modo delicado y bien logrado, deslizándose entre los traumas de la vida pasada de cada una de estas mujeres, sus remembranzas de aquel mundo de infancia de más de treinta años atrás, y el momento actual. En Amor aparecen la pedofilia, la violación en orgía, la violencia intrafamiliar, el maltrato psicológico, la pobreza y sensación de desamparo que las mujeres, angustiadas, intentan tramitar buscando sobrevivir como sea posible. Y el viejo Bill Cosey era el patriarca mismo al que se le daba -a cambio de su protección-, la dignidad misma. 

Y entonces, entre tantas formas de desamor que repasa el libro, ¿dónde está el amor que lo titula? Un fragmento del texto, cuya narradora es L. -antigua cocinera de Bill-, tal vez nos lo muestra en la locura fogosa y desmedida de dos adolescentes; Junio y Romen: 

“Los jóvenes, Señor. ¿Todavía lo llaman enamoramiento? ¿Esa hacha mágica que corta el mundo de un solo golpe, dejando solo a la pareja, ahí, en pie, temblorosa? Lo llamen como lo llamen, salta por encima de todo, ocupa el asiento más amplio, toma la tajada más grande, establece las reglas dondequiera que se desplaza de una mansión a una marisma, y su belleza estriba en su egoísmo”. 

O en el idealismo de Vida (otra mujer de la historia), y hasta de Heed quien fue casada y practicamente vendida por su familia a los once años, y que recuerda a Bill Cosey, más que como un esposo, como un «papá», que es así como lo llama. 

O tal vez, el amor verdadero del libro es el que se da entre Heed y Cristine. Las dos mujeres que siendo unas niñas que se amaron como amigas y jugaban en los lagos de la inocencia, fueron arrebatadas de este lugar por la mancha oscura del deseo del Gran Papá, ese que las anonada de vergüenza, como solo puede sentir una niña ante un abuso del que termina sintiéndose responsable, y quien sin entender la magnitud de los actos breves que lo inician, alcanza a pararse ante el abismo de algo que la hace sentir embarrada y excluida.

“No era la excitación, no del todo desagradable, aquello de lo que las niñas no podían hablar. Era lo otro. Lo que había hecho creer a cada una, sin saber por qué, que aquella vergüenza concreta era diferente y de ninguna manera se podía expresar, ni siquiera en el lenguaje que ellas habían inventado para los secretos.

¿Se filtraría la suciedad interior?”. 

El amor de veras era ese de las niñas amando el mundo, el mar y las estrellas, a su aliada y compañera. Amor efímero antes de que la suciedad exterior las diluyera.

Emma Sánchez – @emmaentinta

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